Los adultos mayores aún constituyen la mayoría de las hospitalizaciones por COVID-19 en EE.UU., según un informe del 6 de octubre de los CDC. Sin embargo, los datos también muestran que una gran mayoría de los adultos mayores no han recibido la vacuna actualizada contra el COVID-19 recomendada esta temporada.
Para entender mejor los distintos retos a los que se enfrentan los adultos mayores a la hora de acceder a las vacunas, especialmente aquellos que viven en la intersección de identidades marginadas, Public Good News se puso en contacto con Kat Mehrer, directora de programas de MiGen Michigan LGBTQ+ Elders Network. Mehrer compartió información sobre el programa de vacunación de adultos de la organización y sus esfuerzos para conectar a las personas con las vacunas actualizadas contra el COVID-19, ayudándoles al mismo tiempo a superar los obstáculos. Esto es lo que dijeron:
[Nota del editor: El contenido y longitud de esta entrevista han sido editados para mayor claridad].
PGN: MiGen conecta a adultos a partir de los 45 años de la región a las vacunas desde que inició la distribución de las vacunas contra el COVID-19. En lo que respecta a mantener a las personas mayores al día con sus vacunas, ¿qué ha cambiado?
Kat Mehrer: Hace aproximadamente un año, escuchábamos muchas más quejas de cansancio por las vacunas de personas que decían: “Estas vacunas no funcionan si tenemos que seguir vacunándonos”, o, “Ya me he puesto una vacuna, ¿por qué tengo que vacunarme de nuevo?” O veíamos a las personas simplemente confundidas, honestamente, sobre lo que debían hacer, con qué frecuencia debían vacunarse, y la confusión a menudo conduce a la inacción.
Ahora, las personas empiezan a tener más claridad. O, al menos, saben mejor a quién preguntar y dónde acudir para obtener información. Además, creo que la percepción ha empezado a cambiar —y subrayo lo de “empezado”— de la idea de que si te pones esta vacuna todo se solucionará a entenderla más como una vacuna contra la gripe, un aspecto rutinario de la atención preventiva de la salud. Y ese cambio de perspectiva que empieza a producirse es muy, muy beneficioso en términos de aceptación.
PGN: ¿Cuáles son los principales obstáculos a los que se enfrentan las personas mayores con las que trabajas cuando quieren vacunarse?
K.M.: Hay muchas barreras diferentes para la comunidad LGBTQ específicamente, por supuesto. Hay una historia de desconfianza y discriminación que, a nivel básico, existe para las prestaciones de salud en general. Y ese es un reto en el cual siempre vamos a tener que trabajar para superar hasta que lleguemos a un punto como sociedad en el que estos problemas no existan.
Sin embargo, más puntualmente, vemos problemas de, por ejemplo, transporte, especialmente para los adultos mayores. Yo puedo ir en auto a CVS, no hay problema. Pero hay personas que tienen problemas de movilidad, que viven en un segundo piso y usan andador, donde no hay ascensor y quienes necesitan oxígeno. Estas personas probablemente no van a programar una cita. Necesitan ayuda.
Puede que no se den cuenta de que pueden pedir que alguien vaya a su casa a ponerles una vacuna, por ejemplo. Ese es un ejemplo que MiGen puede ayudar a mitigar.
Otra es no tener seguro. Como sabemos, hasta mayo las vacunas eran gratuitas, independientemente de si se tenía seguro o no. Sin embargo, la investigación ha demostrado que las personas que no tenían seguro seguían siendo menos propensas a ir a vacunarse contra el COVID-19.
En parte es por miedo a que te rechacen, a que te cobren inesperadamente, ya sabes, desconfianza cuando las personas dicen: “Esto es gratis”. Las personas no necesariamente lo creen debido a casos históricos o simplemente a una desconfianza general.
Y no sé si están al tanto de que existe el Programa Puente de Acceso. Así que pueden seguir recibiendo una vacuna gratuita, aunque no tengan seguro. Pero muchas personas no se han enterado.
Y eso es algo en lo que también podemos ayudar: ponerte en contacto con los proveedores que forman parte de este programa puente que todavía puede proporcionar vacunas de forma gratuita, incluso si no tienes seguro. Porque ese es realmente uno de los mayores obstáculos: las personas que no tienen seguro, lo cual solo va a crecer ahora que se están llevando a cabo los cambios con Medicaid, en términos de personas que tienen que volver a aplicar y restablecer su Medicaid.
PGN: ¿Cómo se manifiesta en la comunidad la falta de confianza en el sistema médico?
K.M.: Ha habido una historia de abusos o discriminación por parte de los proveedores de atención médica. Puede ser de formas muy explícitas: personas que, literalmente, han sido rechazadas por profesionales médicos debido a su identidad, casos en los que médicos pueden haber hecho comentarios discriminatorios sobre ellas. También podría ser en aspectos mucho más amplios, como la forma en la que se ha llevado a cabo la investigación, si se ha hecho de forma ética y con el consentimiento o conocimiento de las personas, o qué se ha ignorado. Como cuando pensamos en el VIH o en la epidemia de SIDA, se ha dejado a las personas flotando en el aire o se les ha discriminado activamente por determinadas condiciones de salud que pudieran tener.
Lo interesante es que las personas con VIH son más propensas a vacunarse contra el COVID-19, probablemente por múltiples razones. En general, corren un mayor riesgo si se enferman. Pero también vemos que la experiencia de las personas, especialmente los adultos mayores, que vivieron la epidemia del VIH y el SIDA en persona, tienen una perspectiva muy diferente de la salud pública. Entienden que su deber de vacunarse es un deber de salud pública. Que no es solo una elección personal. Pero, por otro lado, puede que hayan tenido una experiencia personal al ser rechazados por un médico. Y luego, por supuesto, estas cosas se agravan cuando se agregan otras identidades.
PGN: ¿Cómo ha influido esta historia en su labor de difundir información precisa y conectar a las personas mayores con las vacunas?
K.M.: En el diseño de nuestros materiales de promoción de vacunación, nos inspiramos mucho en mensajes de salud pública del pasado, como los de la epidemia del SIDA. Teníamos eslóganes divertidos y atrevidos, como “Que te pinchen”, o “Los cuerpos más sexys de la playa están vacunados”.
Estos lemas y eslóganes se inspiraron en los mensajes de salud pública de aquella época, con mensajes positivos y atrevidos centrados en la comunidad y la pertenencia, más que en el miedo. Nuestros mensajes eran realmente acerca de reconectarnos.
PGN: Como comunidad, las personas mayores LGBTQ han sido testigos y sobrevivientes de muchas luchas. ¿Qué podemos aprender de su resiliencia?
K.M.: Al fin y al cabo, las vacunas, especialmente para las personas LGBTQ, son muy importantes, porque tenemos una probabilidad desproporcionadamente alta de tener un montón de comorbilidades, por lo que corremos un riesgo alto. Ya sabes, cuando las personas hablan de COVID-19, muchas veces dicen: “Oh, solo las personas de alto riesgo. Solo es importante para ellos, ¿no?”. Como si no fueran personas reales que tienen esperanzas y sueños y familias y vidas que son importantes para ellos.
Es importante que ayudemos a las personas a vacunarse para que puedan mantener su salud durante el mayor tiempo posible y para que no sientan que tienen que estar tan aislados.
Las personas de la comunidad LGBTQ eran mucho más propensas a aislarse socialmente, lo que creo que se debe en parte a que ya estábamos más aislados. Pero también porque lo entendíamos más como un problema de salud pública, y hacíamos nuestra parte porque queremos estar en comunidad.
Irónicamente, el aislamiento se debió en parte a nuestro deseo de ayudar a los demás, ya sabes, de mantener nuestras conexiones y nuestra seguridad para todos.
Las vacunas contra el COVID-19, además de representar una protección para la salud, también proporcionan mucho más a los adultos mayores LGBTQ. Les permite volver a interactuar con los demás de forma significativa. Y eso es muy importante.